Justo a tiempo, justo antes de desmoronarse (mi) todo. A tiempo, digo, de que la nada invadiera mi ser.
Fue ese instinto enraizado de sobrevivir que acecha y espera el momento adecuado; y es cuando menos te lo esperas. No esperes pues a vivir, vive como puedas. Sobrevive y, de golpe y porrazo, volverás a sentir el cosquilleo de la chispa de la felicidad.
El teclado, hasta ahora empolvado, sonará de nuevo. Escucha atento, no oigas, sólo escucha y dime si no es esa la melodía de... la repentina alegría de vivir.