Y llega un momento en que todo es predecible y te parece que ya has vivido lo que tocaba vivir. Que conoces todas las respuestas, no surgen más preguntas, mas pierdes el interés por todo. La vida es sumamente aburrida y te da pereza hasta hablar, actuar e incluso pensar. Te ves mayor aunque tampoco añoras la juventud; quizás tan sólo su inocencia por volverte a dejar seducir por el efecto sorpresa. Pero te desdices porque ya te sobra; te sobra todo, hasta la gente y su comportamiento previsible. Podrías hacer spoiler de absolutamente todo, pero ni lo harías por cansancio y tedio.
Dicho todo esto, encuentras una mísera esperanza porque ¿sabes?:
Me niego a dejar de creer en la magia y las sorpresas. Y no hablo de pequeñas sacudidas internas sino de aquellas sorpresas que te hacen vibrar. Y no, no estoy hablando del amor ni tampoco del amor poético, ni del universo ni fuerzas cósmicas. Tampoco de las pequeñas cosas, dícese del murmullo del viento o la belleza del mar.
Yo hablo de hacer tamborilear los cimientos, el ser y el futuro. Hablo de convertir lo cierto en incierto, hasta romper el cielo.
Hablo de... ¿Sabes de qué hablo? Porque yo no, y espero que tú me lo digas.
¿Sabrás sorprenderme?
Fotografia: Alex Stoddard |
El problema és que els que saben sorprendre't també volen que els sorprenguis a ells. I això darrer és difícil. Però "mens agitat molem".
ResponEliminaTens raó... El meu punt de vista era més egocèntric i no pensava en la voluntat dels pocs que saben sorprendre, que també esperen el mateix. M’has sorprès! Chapeau.
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