Desmedida

No es desenfreno

ni inconciencia,

ni tan sólo impaciencia,

es desmedida.

Peca más de ingenuo

el que mide sus palabras

que la coherencia

de vomitar vocablos

a la deriva,

salpicados de verdades

desmedidas.

El caudal de mis venas

es desmedido.

Mi existencia contigo

y sin ti,

también,

es desmedida.

No mido los placeres de la vida;

no abarcan mis manos

todo lo que siento,

aquello que sufro

que en proporciones

es desmedido.

Sí, quiero

en desmedida

de igual forma que odio

sin regla ni cartabón.

Grito a pulmón

y callo a voces.

Rasgo mi vestiduras

si no agoto mis ganas,

si no me agotan las nauseas

de hacer, de decir

lo que me venga en gana.

Porque todo en mí

no es que sea a lo grande,

pues no soy más que nadie.

Sólo me desbordo

ya que a bordo de mi bote

todo naufraga

por el peso del todo,

quizá también

por no izar el ancla.

Si calculo,

voy perdida.

Si planeo,

no soy.

Las estrategias

no van conmigo.

No lo persigo

ni tengo tiempo para enigmas.

El paradigma de la simpleza

se halla en la desbocada desmedida.

Porque no hay bocas que me callen,

porque no hay suficiente papel

para mi lista de nadas,

ni logaritmos que descifrar

para este afán desmedido

que nace en mí 

y no me cabe dentro.

Desmedida en quererte

a ti y todo

y en cualquier sitio.

Desmedida

en la justa medida

de la desproporción

y del disparate

hasta que la desmedida me mate,

se asegure y me remate,

pues la desmedida

aunque sufrida

tiene siete vidas.

Fotografia: Diana Dihaze